Mi calificación:
Este libro es una performance en si mismo. Su construcción es muy original —trascendiendo incluso el uso convencional del papel en blanco— y muestra los horrores de la dictadura desde el ámbito de los traumas y de la salud mental. Es imposible separar la obra de su fecha de escritura y representa un quiebre brillante en las formas de escribir hasta ese entonces.
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No es un ejercicio recomendable leer Purgatorio, de Raúl Zurita, sin antes situarse en el contexto histórico que lo originó. Solo así se comprende el profundo dolor y la desesperación que lo atraviesan. Más que un libro, es un objeto de arte, donde cada detalle cuenta, incluso la ironía que despliega el autor, una estrategia que hace soportable lo insoportable (recurso que luego utilizaría bastante el teatro de la memoria): desde la portada original con foto de la detención de Zurita —con la cicatriz del fierro caliente que usó en su protesta autodestructiva contra la dictadura, y por la que se fue detenido acusado de desorden público—, pasando por los inquietantes saltos en la numeración de los poemas, hasta el uso de sus propios documentos médicos sirviendo como telón de fondo para intentar escribir algo, entre otros.
Zurita canaliza sus experiencias como detenido en los barcos de la Compañía Sudamericana de Vapores (propiedad de civiles, como tantos colaboradores del régimen), el trauma del encierro y de un brote psicótico. Incluso el electroencefalograma que le hicieron en esa época aparece como una pieza más en esta obra que tambalea entre el delirio y la denuncia. Es un libro que transmite un dolor físico y moral desgarrador, que, en ese contexto, cobra una profundidad trascendental dentro de la poesía chilena.
Les aseguro que no estoy enfermo, créanmeni me suceden a menudo estas cosaspero pasó que estaba en un bañocuando vi algo como un ángel“Cómo estás, perro” le oí decirmebueno –eso sería todoPero ahora los malditos recuerdosya no me dejan ni dormir por las noches
Hay imágenes persistentes, obsesivas, ideas fijas. Como el desierto de Atacama o una columna que se rompe:
Se ha roto una columna: vi a Diosaunque no lo creas te digosí hombre ayer domingocon los mismos ojos de este vuelo
¿Qué columna se rompe? ¿La propia, quebrada ante los tormentos? ¿O la que afirmaba las certezas de un mundo que se cae a pedazos destrozado por las botas? ¿Y ese ángel traumatizante? ¿Y ese Dios que aparece de pronto? ¿Los milicos previos a la detención? Sin estas lecturas, el libro es un delirio. Con estas lecturas, también, pero es un delirio que dialoga con la historia chilena reciente y con las emociones que marcaron a todo un pueblo.

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