1/16/2025

Para ángeles y gorriones - Jorge Teillier (1956)

Mi calificación:

★★★★★
(5/5)

Acá les dejo mi primer intento de reseñar un libro de poesía. Quise profundizar en Jorge Teillier, a quien sólo conocía a pedacitos, y este es el resultado, analizando un libro que me gustó muchísimo. Confieso que lo comencé a escribir tomándome un guarisnaque en el mismísimo Bar La Unión Chica, el mejor remedio contra la impostura, precisamente porque a propósito de arte, demiurgos, provincias y viejos culiaos, tienen un altar especialmente dedicado al poeta que hoy invocamos.

***

¿Cómo se logra crear una voz tan singular, original y profunda cuando se vive rodeado de aspirantes a pequeños dioses, de impostores dotados de corazón singular y sueños funestos, de farsantes imaginarios que viven en mansiones imaginarias o de varones genitales intimidados por el yo rabioso?

Creo que tiene mucho que ver con lo que decía Gabriela Mistral (a cuya poesía hay que tenerle pánico): "no hay arte ateo". Probablemente por ahí va la respuesta: Teillier es original porque necesitaba serlo, necesitaba creer en un lenguaje porque había una materialidad ahí -un techo, una mesa, una estufa-, pero también una espiritualidad dada por el hecho de compartir, de hacer vida en común, de sobrevivir a los horrores de la primera mitad del siglo XX chileno. Tal vez lo que quería decir Teillier no tenía tradiciones poéticas grandilocuentes ni universalismos que diluyen lo particular de la existencia cotidiana en vociferaciones de paracaidista...

Un ejemplo de esta necesidad:

El silencio no puede seguir siendo mi lenguaje,
pero sólo encuentro esas palabras irreales,
que los muertos les dirigen a los astros y las hormigas,
y de mi memoria desaparecen el amor y la alegría
como la luz de una jarra de agua
lanzada inútilmente contra las tinieblas.

Necesidad que decanta en una auténtica declaración de principios:

Cuando las amadas palabras cotidianas
pierden su sentido,
y no se puede nombrar ni el pan,
ni el agua, ni la ventana,
y la tristeza ha sido un anillo perdido bajo nieve,
y el recuerdo una falsa esperanza de mendigo,
y falso todo diálogo que no sea
con nuestra desolada imagen,
aún se miran las destrozadas estampas
en el libro del hermano menor,
es bueno saludar los platos y el mantel puestos sobre la mesa,
y ver que en el viejo armario conservan su alegría
el licor de guindas que preparó la abuela
y las manzanas puestas a guardar.

O este pasaje de regreso a esa tan incómoda dimensión de cualquieridad de la que siempre estamos huyendo, creyéndonos especiales:

Qué importa recordar que una
vez cerramos la puerta de nuestro cuarto
para llorar con el rostro oculto entre las manos.
El aire, dice que una vez sonreímos por nada,
y que nos conoce, desde ante que supiésemos quiénes somos…

Para ángeles y gorriones está lleno de este tipo de imágenes de búsqueda que llega a buen puerto, devolviéndonos al valor concreto de los paisajes, de la aldea, de la comunidad contradictoria, confluyendo en una nostalgia extraña, que no paraliza, que empuja de rescatar lo que nunca dejamos de ser para que sigamos siendo lo que siempre fuimos.

Es una auténtica refundación poética, pero más que una novedad vanguardista, hay un reordenamiento luminoso de elementos presentes en la vida de muchas personas, que simplemente eran pasados por alto por no ser parte, quizás, de los certificados de civilización llegados desde los centros coloniales y de sus vanguardias raras. 

Entonces, siguiendo con esa idea de que no hay arte ateo, habrá que buscar los restos del demiurgo en el resto de la obra de Jorge Teillier. Una excelente y novedosa invitación, que siempre tuvimos en frente de nuestras narices.

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