Mi calificación:
En tiempos en que las mascotas disfrutan de un estilo de vida de ricos y famosos, con hoteles exclusivos, spas y dietas gourmet, mientras parte de la humanidad de hunde, hoy reseño por segunda ocasión una novela gráfica de Keum Suk Gendry-Kim. ¿El tema? Un matrimonio de profesionales exitoso y adinerado, tratando de imponer su estilo de vida en una zona rural, mientras coleccionan perritos y sufren por ello como buena teleserie coreana.
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En su forma de dibujar las emociones, los trazos de Keum Suk Gendry-Kim impresionan, tienen una belleza mínima que el lector completa de manera intuitiva, haciendo del proceso de lectura un ejercicio enriquecedor y poco habitual. Esta aparente sencillez en muchas de sus viñetas esconde una intensidad conmovedora, capaz de evocar universos enteros con apenas unas pocas líneas. Leerla es entrar en un mundo muy intenso, donde cada página parece capturar fragmentos precisos de lo extraño, cruel o vertiginoso de la vida. Esa conexión emocional convierte el interrumpir la lectura de sus novelas gráficas en un acto casi sacrílego: hay que leerla con calma, permitiendo que cada detalle encuentre su lugar en la experiencia del lector.
En Perros, Gendry-Kim explora cómo, en tiempos actuales, la empatía parece haberse replegado hacia los espacios domésticos, centrándose en las mascotas. La historia sigue a un matrimonio joven que, tras mudarse al campo, adopta paulatinamente más y más perros, muchas veces a partir de situaciones penosas. La autora muestra con detalle su adaptación y los cambios emocionales que experimentan tanto los humanos como los animales conforme pasa el tiempo y crecen como "familia". Sin embargo, esta premisa, aunque poderosa, plantea preguntas incómodas conforme avanza la historia: ¿acaso hemos reemplazado la compasión hacia la humanidad por una adoración casi enfermiza hacia los animales? En un mundo donde las mascotas reciben cuidados excesivos, ¿los grandes sufrimientos de las personas quedan relegados a la indiferencia? O, con un toque de sarcasmo, ¿existe continuidad entre la zoolatría de las civilizaciones primitivas y el culto fundamentalista hacia las mascotas en la modernidad?
El enfoque narrativo de la autora resulta a ratos reiterativo y desdibuja un poco la fuerza de su trazo. Por ejemplo, la obra podría haber profundizado más en las subjetividades humanas para enriquecer su mensaje. Un contraste ilustra esta carencia: por un lado, el "antagonista", un hombre que adquiere perros para hacer sopa o infusiones, tenía el potencial de convertirse en un personaje complejo, capaz de reflejar las tensiones culturales y éticas en torno a los animales. Pero su retrato es plano y su existencia se presenta como una mera encarnación del mal, eliminando cualquier oportunidad de generar un diálogo narrativo más equilibrado que confrontara al lector con perspectivas opuestas. Por otro lado, las escenas desgarradoras —como la de la perra que pierde la capacidad de caminar tras años de encierro en una jaula, o los perros amarrados y abandonados a la intemperie durante un tifón— logran transmitir con brutal claridad las pesadillas que estos actos provocan en los personajes, dejando una impresión potente, pero con cierto aire de manipulación emocional.
Lamentablemente, la historia acaba desinflándose bajo sus propias premisas. Pretender que los perros sean los protagonistas resulta tramposo e incluso incoherente a la luz de la forma que asume el relato: la verdadera centralidad recae en los profundos problemas de adaptación de una pareja de profesionales adinerados que, al trasladarse al entorno "campestre", intentan imponer su estilo de vida urbano a un mundo que opera bajo reglas distintas. Sin embargo, parece haber cierta culpa o reticencia en narrarlo desde esta perspectiva, como si asumir el conflicto humano fuese menos legítimo que hacerlo a través de los perros. Esta ambigüedad narrativa termina debilitando una obra que, pese a sus momentos impactantes y el innegable talento artístico de Gendry-Kim, no alcanza la contundencia de sus mejores trabajos, como La espera o Hierba.
En última instancia, Perros es una obra que invita a la reflexión sobre cómo el exceso de amor hacia las mascotas puede deshumanizarnos, desplazando nuestra capacidad de empatía hacia otros seres humanos. Aunque no logra explotar todo su potencial, es una lectura que seguramente cautivará a quienes han convertido a sus mascotas en el centro de su universo emocional, pero que dejará incómodos a quienes cuestionamos este fenómeno como síntoma de una sociedad cada vez más desconectada de su propia humanidad.



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