Mi calificación:
Sin lugar a dudas, Romeo y Julieta es un clásico del teatro universal. Comparto algunas reflexiones al respecto, luego de leer la extraordinaria y creativa traducción del mismísimo Pablo Neruda, que, sin ceñirse a camisas de fuerza asociadas a la literalidad, logra actualizar una obra extraordinariamente rica respecto a matices y subtextos.
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Cuando se califica una obra como clásica, no suele reflexionarse mucho sobre el alcance del término, y la opinión emitida acaba siendo vaga y poco significativa, incluso contaminando el fondo de lo que un autor quería transmitir. Tratando de escapar de este pantano analítico, ¿qué hace que Romeo y Julieta sea una obra clásica? Más allá de la tragedia del amor imposible, que es el lugar común al respecto, la obra explora cómo las pasiones humanas desdibujan los límites sociales, justificando impulsos que se presentan prácticamente como fuerzas naturales incontrolables. Bajo este punto de vista, se le puede comprender como un reflejo de tensiones que trascienden su propio contexto histórico y que, por lo mismo, está dotado de cierta universalidad y atemporalidad.
Romeo, por ejemplo, comete dos homicidios, justificándolos en nombre del amor, y considera el destierro —pena que recibe solo por ser hijo de una familia adinerada— como algo peor que la condena a muerte, pues lo alejará de Julieta. Esta obsesión no solo refleja su idealización del amor, sino también su desconexión con las normas sociales y la naturalización de sus privilegios de clase, que lo llevarán a ignorar todas las consecuencias de sus actos posteriores. Este conflicto entre el deseo individual y las expectativas sociales es uno de los pilares que sostienen la relevancia de la obra.
También se plantea una interesante revisión de las relaciones de género de su época. Mientras Mercucio expresa su visión de las mujeres a través de groserías e invitaciones explícitas a sus amigos para cometer violencia sexual, Romeo reprime su deseo proyectándolo en imágenes idealizadas y usando una retórica de renuncia a su individualidad en nombre de un amor que va más allá de cualquier cosa. Ninguna de estas visiones permite una relación auténtica entre iguales con las mujeres, lo cual subraya las limitaciones de la época y añade una capa más de complejidad a la obra. Por otro lado, Julieta, a pesar de su juventud (trece años), desafía estas expectativas al tomar decisiones audaces e impulsivas, como casarse en secreto o fingir su muerte. Su tragedia no es solo producto de un amor imposible, sino también de su rebeldía frente a un entorno que, pese a su riqueza y opulencia, esconde un carácter sobreprotector que raya en lo opresivo, en donde figuras como la nodriza de Julieta (llamada ama) y Capuleto (su padre) actúan de manera interesada y contradictoria.
El ama, por ejemplo, aunque parece cuidar de Julieta, también es cómplice de un sistema que valora más las alianzas sociales y económicas que el bienestar emocional de la joven. Capuleto, por su parte, proyecta una imagen de autoridad y respetabilidad, pero su obsesión por emparentarse con el príncipe Paris revela su interés en mantener y aumentar su estatus social, sin considerar ni la edad ni la voluntad de su hija. Estos personajes, lejos de ser meramente "detestables", encarnan las contradicciones y presiones de una sociedad que prioriza las apariencias y los intereses materiales sobre las relaciones humanas auténticas. Básicamente, constituyen la normalidad.
El contexto histórico de la obra es crucial para entender estos conflictos. En una época en la que las alianzas familiares y el honor eran fundamentales, las acciones de Romeo y Julieta adquieren un significado más profundo. Su amor no solo desafía a sus familias, sino también a un sistema social que privilegia la lealtad al linaje sobre la libertad individual. Es el viejo tema literario del enfrentamiento entre lo personal y lo colectivo, que sigue resonando en la actualidad.
Finalmente, la traducción de Neruda, que data de 1964, acompañada del prólogo de Leopoldo Brizuela y las observaciones de Pablo Ingberg, captura la intensidad y fluidez del texto original, haciendo que esta obra siga sorprendiendo a los lectores modernos. La elección de palabras y el ritmo de la traducción contribuyen a mantener la densidad narrativa y los múltiples matices de la obra, lo cual es esencial para apreciar su riqueza literaria y también dramática.
Recomiendo leer Romeo y Julieta con absoluta soltura y sin expectativas preconcebidas, pues es así como la obra revela toda su profundidad y complejidad, sorprendiendo al lector en cada página, más de cuatro siglos después de su publicación, lo cual demuestra su vigencia incombustible.

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