Mi calificación:
Notas del traductor:
* Resaca.
** Que molesta, exagera o causa incomodidad, generalmente ebrio.
***
Publicada en 1918, Poemas Árticos es una grata sorpresa dentro de la obra de Vicente Huidobro. Escrito en pleno auge de las vanguardias literarias, este libro resulta clave para comprender la evolución de su poética y el germen de su gran teoría creativa: la poesía no debe limitarse a imitar o cantar a la naturaleza, sino crear realidades autónomas a través de la palabra. Aquí, la imagen se independiza del referente y el poema se convierte en un mecanismo de invención pura, donde incluso el universo ya existente pasa a tener otra lógica, novedosa, aterradora, pero también seductora. Eso puede ser un excelente idea o acabar en performance incompresible. Afortunadamente asistimos a lo primero y, además, con un tono provocador que no deja de ser cautivante a más de cien años de publicarse, pues hablaba de motores, electricidad, interruptores, en momentos donde los tópicos modernistas más clásicos comenzaban a ser severamente cuestionados.
Todo comienza con Huidobro huyendo de Chile, como buen cuico que era, pero consciente de que desde su posición de privilegio lo mínimo que se podía esperar era creatividad y novedad. Luego de un rescate cinematográfico a la célebre Teresa Wilms Montt, huye con ella a Buenos Aires, para luego irse a Europa con su familia, donde se encuentra con una Europa devastada por la guerra, pero con una energía de reconstrucción notable, pasando por París primero y por Madrid después. Es en ese entorno donde comienza a desarrollar una poesía diferente, a partir de la influencia de las malas juntas que tuvo allá, como Picasso, Miró, Apollinaire, Breton o Tzara entre otros drogadictos y sodomitas. Es una etapa caracterizada por la búsqueda de un lenguaje propio, pero subversivo. Es notable contrastar, en ese marco, al Huidobro que se quedó en Chile y el que nacía en el Viejo Continente.
El libro despliega un universo enrarecido, donde cada poema funciona como una instantánea misteriosa, no tomada con una cámara, sino construida con un lenguaje que oscila entre lo visual y lo simbólico. Las imágenes no buscan reproducir el mundo tal como es, sino fundar uno nuevo con su propia lógica interna. Incluso cuando evocan la muerte o la decadencia, están dotadas de una extraña y singular belleza. Por ejemplo, "Nadador" deconstruye el cielo y lo lleva a un simple interruptor, mientras la imagen de la luna, otrora poderosa de inspiración poética, acaba agonizando en un hospital:
Esa nocheEl cielo tan oscuroQue los cabellos eran sólo humoEn mis dedos hay secretos de alquimiaApretando un botónTodos los astros se iluminanY túque te alejas cantando entre delfinesY planetas vivosNadador pensativoDe todos los jardinesUna tarde traías en tus manosCientos de astros enanosNadador pensativoEntre la niebla vesperalAnocheLa luna enferma murió en el hospital
Por otro lado, en "Ruta" sugiere un universo en descomposición, un motivo que alcanzará su máxima expresión en Altazor. Las estrellas, tradicionalmente símbolos de lo eterno y lo divino, pierden su lugar en el cielo, lo que puede leerse como una metáfora del derrumbe de las certezas antiguas o una crítica a las convenciones poéticas tradicionales, vaya a saber uno.
Todas las estrellas han caídoY las que cuelgan en las ramasCaerán también
Otro poema revelador es “Égloga”, quizás el mejor del libro, donde se explora la pérdida de sentido, expresado en el fin del sol asociado a un motor en panne que trastoca el comportamiento de las cosas, como una especie de paso previo a la irrupción de nuevas reglas. La niebla y el humo del cigarro configuran una atmósfera de incertidumbre. La búsqueda de un otro que nunca responde se entrelaza con la del propio yo, diluyéndose en la falta de respuestas. Pero lo más intrigante es el giro final: los corderos, que deberían producir lana o leche, consumen flores y no dan miel. Huidobro subvierte la lógica del mundo natural con imágenes desconcertantes, anticipando el tono lúdico y desestabilizador de Altazor.
Sol murienteHay una panne en el motorY un olor primaveralDeja en el aire al pasarEn algún sitiouna canciónEN DÓNDE ESTÁSUna tarde como éstate busqué en vanoSobre la niebla de todos los caminosMe encontraba a mí mismoY en el humo de mi cigarroHabía un pájaro perdidoNadie respondíaLos últimos pastores se ahogarony los corderos equivocadosComían flores y no daban miel
La conexión entre Poemas Árticos y Altazor es una de las cuestiones más sugerentes al revisar la obra de Huidobro. Si este libro es el despliegue inicial de su idea del poeta como “pequeño dios”, su obra posterior parece radicalizar y poner a prueba esa noción, llevándola hasta sus últimas consecuencias, con Altazor deshecho lentamente en la atmósfera, expresándose a través de palabras nuevas que deshacen el lenguaje también. Sería fascinante rastrear cómo esta concepción evoluciona a medida que el poeta envejece y se enfrenta a los cambios históricos y culturales de su época.
A pesar de la relevancia de Poemas Árticos, su circulación ha sido esquiva, y durante décadas fue una obra difícil de hallar. Sin embargo, en los últimos años ha resurgido el interés por Huidobro gracias a nuevas reediciones y estudios críticos que han permitido revalorar su contribución a la poesía moderna. Quizás sea momento de explorar este libro no solo como un antecedente de Altazor, sino como una obra autónoma que ya contenía, en potencia, la audacia de su estética.

1 comentario:
Bien oiga!
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